Apenas lo vi en el tren me encantó.Desde la primera vez.Fue amor
a primera vista.Solía viajar con sus amigos al club San Fernando para practicar
fútbol. Sin conocernos aún,los dos cursábamos en distintos niveles el quinto
año en diferentes colegios,casi finalizando el curso anual.
Compartíamos amigos en común.Supe que Juan MartÍn vivía a dos cuadras de mi casa y la estación nos dividía.De un lado,el complejo de la estación San Andrés,sobre cuya avenida había cafés,edificios altos y negocios.Del otro lado,la boletería que miraba hacia las vías del ferrocarril y,a sus espaldas las casas tipo chalet ,el club y la plaza.
Compartíamos amigos en común.Supe que Juan MartÍn vivía a dos cuadras de mi casa y la estación nos dividía.De un lado,el complejo de la estación San Andrés,sobre cuya avenida había cafés,edificios altos y negocios.Del otro lado,la boletería que miraba hacia las vías del ferrocarril y,a sus espaldas las casas tipo chalet ,el club y la plaza.
Un mediodía después del almuerzo,salí a la vereda de mi casa y
me senté en el escalón del umbral a comer una manzana.El tren pasaba
puntual,todos los días,por el frente.La estación estaba muy cerca y,desde la
puerta de casa alcanzaba a divisar la máquina.La vida y el movimiento del tren
formaban parte de la rutina diaria.
Él estaba junto a otro compañero Marcos,los dos sentados en el
primer escalón,bien alto,de los cinco de la escalinata del tren.A esta altura,
con lentitud,aprontando la marcha.Ni bien me vieron me saludaron con la mano en
alto.Llegué a alcanzar el deletreo de mi nombre al galope mecánico de los
vagones...”E-MI-LIA”.Martín llevaba con un gesto la palma de su mano al corazón.La
felicidad total en un segundo.
Me encantaba salir al jardín de la entrada,casi siempre con una
fruta o un par de galletitas dulces en la mano.La quietud de las calles del
barrio,las hortensias gigantes,las veredas anchas y limpias y ver pasar el tren
me entretenía ,pese al ruido.Sentía paz.Todo parecía confabularse para
invitarme a caminar descalza por el césped y deternerme por unos minutos a ver
pasar el tren.
No tenía ni idea de quién era ese muchacho rubio y atlético,ni
siquiera lo había visto por la zona.Desde el mismo momento en que lo descubrí
me sentí atraíada por el joven anónimo,ni siquiera me lo había cruzado en la
estación .La única conexión parecía ser Marcos,el hermano de mi compañera ,Ana.
Desde entonces comencé a verlo más frecuentemente y cuando lo veía conversar en
la esquina del Instituto con su grupo de compañeros de quinto año,me volvía la
más tonta de todas.
Una mañana me animé y le pregunté a Ana,quién era ese muchacho
rubicundo que iba siempre con su hermano Marcos en el tren.Trataba de mostrar
cierta indiferencia a pesar de ocultar mis cachetes sonrojados y por las dudas
cambiar pronto de conversación
Pero Ana se explayó sobre él ,como una agente del F.B.I. Supe
que se llamaba Juan Martín,que vivía del otro lado de la vías y que jugaban al
fútbol juntos con Marcos dos veces por semana y,que vivía en uno de los
edificios altos del otro lado de las vías.También eran compañeros de clase. Ana
me confirmó un dato que no esperaba,muy pronto se mudarían al Sur,porque sus
padres tenían un emprendimiento laboral en el Bolsón.
Sabía que me miraba y mucho.Martín giraba su cabeza y me seguía
hasta que nos perdíamos de vista detrás de la distancia.Moría de amor.Toda la
felicidad entre estas miradas cómplices que decían tanto sin decir ninguna
palabra.Martín era el nombre de mis pensamientos.La magia de un amor
adolescente ,en un ramille y eso que todavía no había cruzado ni una palabra
con él.
Pese a mi timidez inicial pasábamos con Analía y Sofía bien
cerquita de él y su grupo de amigos.Levábamos nuestros uniformes en color azul cielo,con
los distintivos de Nuestras Hijas de Luján.Martín giraba su cabeza y me seguía
hasta que nos perdíamos de vista en la distancia.Miradas cómplices que todo lo
decían....Cualquier tema musical,todo pensamiento,ilusionaba mi romance con
Martín.
Hubieron más viajes en tren.Trataba de ser puntual.Cuando la locomotora
pasaba a eso de las dos de la tarde,él y sus amigos iban a la cancha de
fútbol,su cabeza una vez se asomaba por la ventanilla.Cruzábamos nuestras
miradas y soreíamos.Así me quedaba como enajenada,guardando feliz su última
imágen.
Ana Laura nos invitó a su cumpleaños.Para festejarlo reunió
amigos y compañeros del Instituto y otros amigotes del barrio.Un encuentro,lindo
alegre,divertido,con empanadas,torta y hasta con música ya que otros chicos
llevaron sus guitarras.
Pero cuando nos vimos con Martín,se acercó a mi lado directamente
sin dudarlo ni un instante.Salimos al parque a esperar a los demás y nos
pusimos a conversar de todo dispuestos a conocernos.
Perdimos la noción del tiempo.Yo parecía estar en otro mundo.Cada vez,me gustaba más y descubrí que sus ojos era verdes y pequeños.Era más alto de lo que pensé y bien musculoso.Tenía un suave aroma a perfume amaderado que le daba un cariz más varonil aún.
Perdimos la noción del tiempo.Yo parecía estar en otro mundo.Cada vez,me gustaba más y descubrí que sus ojos era verdes y pequeños.Era más alto de lo que pensé y bien musculoso.Tenía un suave aroma a perfume amaderado que le daba un cariz más varonil aún.
-Sabés Eugenia ,tus ojos son dos ventanas color cielo.
-El sábado próximo,hay una fiesta campestre,¿vamos juntos?
-¿Cuándo empezás en la capital tus estudios de abogacía?....
-Me derrite tu ternura Eugenia....
Así perdimos la noción del tiempo.Feliz y halagada por su compañía
y un sueño hermoso,real por alcanzar.
El tren que cumplía sus horarios a la perfección como un
reloj,llegaba a las nueve de la noche a la estación.Mi papá venía en él.
Martín y yo seguimos
charlando,parados al lado del macetero cuando,en
cuestión de segundos,giro mi rostro hacia la reja y,veo a mi papá observándome
detrás de la misma.Tenía puesta su casaca de médico neurólogo y el maletín de
cuero en su mano que parecía pesarle.
Me miraba fijo,como si hubiera cometido una atrocidad,un pecado diria.Nos
saludó respetuosamente,aludiendo estar extenuado después de la guardia en el
hospital de Chascomús.
Mi papá nunca había sido demostrativo ,trabajaba muchas horas en
la clínica,en su consultorio y en el hospital zonal.Estaba convencido que debíamos
relacionarnos desde el punto de vista sentimental,con personas afines,tenían
que ser sí o sí portugueses,al igual para mis dos hermanas Soledad y Fátima.Era
una especie de obsesión que marcaba con insistencia cada vez que podía.Le complacía
llevarnos a eventos solidarios en la embajada donde participaba la colectividad
portuguesa o ir a cenar al exquisito club portugués de Dolores .
Un hombre educado pero con una formación rígida,estricta en el
seno de abuelos machistas y venidos de Europa.Por otro lado,prácticamente no
intervenía en mi educación y delegaba todo al parecer de mi madre......
Y ahí estaba mi papá erguido como un poste con su mirada
refulgente.Me paralizó.Me hizo sentir cohibidísima,me transmitía cierto terror.Lo
cual implicaba la imposibilidad de cualquier rebeldía,ni siquiera explicarle
mis deseos y cuáles eran mis auténticas necesidades.
Sin decir media palabra más,dió media vuelta y se fue caminando cabizbajo
hacia nuestra casa que estaba a pocos metros.Sí llegaba a mis oídos ,el
repiqueteo de las llaves de casa,las que movía nerviosamente.Como pude me
recompuse de ese mirar atemorizante e intimidante.
No me quedó más remedio que decirle a Martín que ese era mi papá y que debía irme.No tuve más que tolerar y hasta consentir su injusta decisión.
No me quedó más remedio que decirle a Martín que ese era mi papá y que debía irme.No tuve más que tolerar y hasta consentir su injusta decisión.
Le dí a Juan Martín un beso rápido y espontáneo en la mejilla y,en
el camino sentí que el corazón se me partía .En mi familia lo que me dijeron era
siempre lo mismo.Yo encima conservaba esos aires pueblerinos mexclados con
cierta inocencia y una compulsión a la obediencia a mis padres.La mirada fría y
distante de papá nos imponía más que respeto,cierto grado de temor.
El lunes siguiente a Martin le tocaba jugar a fútbol.El tren estaba lleno,aunque vacío.La plazoleta donde nos cruzábamos para ir a la biblioteca del pueblo era otro desierto.Aquella nochecita de cumpleaños fue la última vez que vi a Martín.No alcanzamos a despedirnos.Marcos no dejaba de ser intermediario .
Me enviaba cariños,recuerdos,cuidados,con la ilusión de que tal
vez pronto si viajaba a Buenos Aires ,nos íbamos a reencontrar y mensajearnos
por celular.Al tiempo supe que se dedicaría al turismo local en San Martín de los
Andes,en un emprendimiento familiar en San Martin de los Andes,que daba clases
en un centro de ski y después no supe nada más.....Nunca existió el reencuentro.
Todo era extraño sin él,como si el tren no fuera el mismo.
La máquina y los vagones iban y venían marcando las horas lógicas en las vías.Pero el otro tren,el último,el de Martín se había llevado algo de mí,para siempre.
Todo era extraño sin él,como si el tren no fuera el mismo.
La máquina y los vagones iban y venían marcando las horas lógicas en las vías.Pero el otro tren,el último,el de Martín se había llevado algo de mí,para siempre.
Mina Luna en Escritora Gloria Rafaela Pompa
ResponderBorrarQue bonita historia me encanto esta hermoso espero seguir disfrutando tus historias maravillosas te mando muchos saludos 🌷🌈📖📚📗
ResponderBorrarCaretti Luigi L'Amore fulminante e Amore a prima vista